En este Viernes Santo contemplamos
la cruz. Una cruz que nos traslada al dolor y el sufrimiento que Jesús llevó en
sus espaldas, un dolor que sólo él conoció. Un día como hoy a las tres de la
tarde, el hombre más importante de la humanidad, se entregaba en la cruz, en
cuerpo y alma. Jesús nos demuestra que
tras esa cruz atraviesa el amor más grande del planeta. Desde la cruz nos
invita a unirnos a él para toda la vida, en especial en los momentos en que nos
sentimos más solos, tristes y abatidos. En ese camino de cruz que hizo hasta
llegar al calvario estamos representados cada uno de nosotros, vos y yo.
Así como la cruz representa el
dolor, esta misma cruz nos convence de su infinito amor. Ese amor que nos dice
a cada uno que lo hizo por nosotros, ¡porque nos ama!, porque allí, en su
enorme corazón, están nuestros nombres, con nuestras fortalezas y debilidades.
Sí, nosotros que muchas veces nos
olvidamos de las palabras de Dios o que nos quedamos con lo mínimo de su
palabra. Nosotros que muchas veces vamos buscando “ventajear” que es lo que nos
conviene y qué no.
Pero él solo nos dice “toma mi
cruz y sígueme”, nos llama a que hagamos el bien y no el mal, nos da como mandamiento
que nos amemos unos a otros como él nos ha amado. Qué complicado, ¿no? En un
mundo donde se nos enseña que hay que devolver el mal a quien nos hace el mal.
En un mundo que nos dice que no es posible formar una amistad, un noviazgo, una
familia con amor. Y Jesús nos interpela
desde lo más profundo de su dolor a mirarnos por dentro: ¿qué estoy haciendo por
quienes quiero? ¿actúo con amor y misericordia?
Su acto más violento fue morir en
una cruz con los brazos abiertos, y abrazarnos desde allí a cada uno. En ese lugar
derramó hasta la última gota de sangre mostrándonos su humanidad. Y sí, lo hizo
por amor, para salvarnos de nuestros pecados.
Hoy por hoy, nos encontramos
atravesando una Semana Santa distinta, una Semana Santa aislados físicamente de
las personas con las que compartimos nuestras vidas, pero ansiosos por volver a
encontrarnos. Hoy es tiempo de seguir reflexionando y valorar el infinito amor
de Dios. También, es tiempo de pensar en
nuestra capacidad de amar que nos sigue interpelando en cada una de nuestras entregas y nuestras luchas. Sobre
todo, es tiempo de agradecer todo lo que Jesús hizo por nosotros. Tiempo de
seguir acompañando la cruz pero, más que nada, es tiempo de mirarla y
contemplarla para poder levantarnos y ser mejores personas, mejores
estudiantes, mejores padres, mejores trabajadores, mejores hijos, mejores
hermanos, mejores novios, mejores amigos. Como dice la canción de Martín
Valverde:
“Mira la Cruz, esta es mi más grande prueba, Nadie te ama como Yo”
¡Oh, bella chao!
- Fer Portal -
- Fer Portal -
No hay comentarios:
Publicar un comentario