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jueves, 9 de abril de 2020

Sentarnos a su mesa


¿Conocés la extraña sensación de que te inviten a comer a una casa nueva? Llegas y estás lleno de dudas: ¿tendrán lugares asignados? ¿Qué comerán? ¿Bendecirán la mesa? ¿Verán tele o charlarán? ¿Será que comen en silencio? ¿De qué hablarán? ¿Cómo serán sus modales? ¿Ya puedo comer?


Y es que, sentarnos a comer con alguien implica estar dispuestos a crear lazos con la otra persona. Sentarnos a la mesa con alguien es conocer sus costumbres, sus preocupaciones, sus preferencias y hasta sus temores. Y es también, estar dispuestos a compartir los nuestros. La ocasión de sentarnos a la mesa nos invita a abrirnos y compartir quienes somos.


Imagino a los discípulos de Jesús sentados a la mesa de Cristo. Era una mesa donde se veía todo. Una mesa que permitía ver claras las fragilidades de cada uno pero también sus fortalezas y su amor. Una mesa sin dobles, sin mentiras, una mesa tan clara como el amor de Cristo. 

Sentados a la mesa de Cristo, los discípulos conocieron más que nunca a Jesús. Allí, descubrieron que el secreto estaba en servir y no en ser servidos y que el camino de Cristo no era nada fácil. Allí Jesús, sabiendo lo que iba a pasar se tomó su tiempo, les lavó los pies y les enseñó del servicio y su misión, les habló y les mostró del perdón y la confianza en el plan de Dios y los amó, los amó hasta el extremo y allí, en esa mesa, se quedó con ellos.

La mesa de Cristo fue la anticipación de todo lo que se venía. Jesús, su amigo, se sentó con ellos, les mostró quien era y se entregó por completo. Allí, Jesús los eligió por quienes eran, con sus fortalezas y sus fragilidades. Y se quedó con ellos en la Eucaristía.

La mesa de Cristo es la anticipación de todo lo que se viene. Jesús, nuestro amigo, se sienta con nosotros, nos muestra quien es y se entrega por completo. Allí, Jesús nos elige por quienes somos, con nuestras fortalezas y nuestras fragilidades. Y se queda con nosotros en la Eucaristía.

Jesús, el Señor que se hace pequeño. Jesús, que sabía todo lo que se venía, el dolor que iba a sentir y las humillaciones que iba a sufrir. Jesús, que nos perdona incluso antes de traicionarlo. Jesús, que nos invita hoy a su mesa y nos lo comparte todo. Jesús, que nos enseña a vivir entregándonos su vida.
Hoy Jesús nos invita a su mesa. Una mesa que más que nunca deja de ser una simple mesa de madera. Mesa que significa entregarnos a él y servirlo. Mesa que requiere un gran salto y compromiso. En esa mesa él se nos ofrece todo y solo nos pide una cosa: SIGANME.

En esta Cena del Señor debemos estar dispuestos a dejar atrás nuestros miedos y nuestros errores. Debemos estar dispuestos a entregarnos a su plan y estar seguros de su mensaje de Salvación.
Jesús hoy nos pide que lo sigamos. Seguirlo no implica que no podamos caer ni quiere decir que seamos invencibles. Seguirlo significa abrazarnos a su amor. Seguirlo es sentarnos a la mesa y dejar atrás nuestros miedos y nuestros errores por que se los hemos entregado a él. Seguirlo es sentarnos a su mesa, darlo todo y dejar que él obre en nuestras vidas.


¡Oh, bella chao!
- JazdelCielo -



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