¿Conocés la extraña sensación de que te inviten a comer a
una casa nueva? Llegas y estás lleno de dudas: ¿tendrán lugares asignados? ¿Qué
comerán? ¿Bendecirán la mesa? ¿Verán tele o charlarán? ¿Será que comen en
silencio? ¿De qué hablarán? ¿Cómo serán sus modales? ¿Ya puedo comer?
Y es que, sentarnos a comer con alguien implica estar dispuestos a crear lazos con la otra persona. Sentarnos a la mesa con alguien es conocer sus costumbres, sus preocupaciones, sus preferencias y hasta sus temores. Y es también, estar dispuestos a compartir los nuestros. La ocasión de sentarnos a la mesa nos invita a abrirnos y compartir quienes somos.
Imagino a los discípulos de Jesús sentados a la mesa de Cristo.
Era una mesa donde se veía todo. Una mesa que permitía ver claras las
fragilidades de cada uno pero también sus fortalezas y su amor. Una mesa sin
dobles, sin mentiras, una mesa tan clara como el amor de Cristo.
Sentados a la mesa de Cristo, los discípulos conocieron más
que nunca a Jesús. Allí, descubrieron que el secreto estaba en servir y no en
ser servidos y que el camino de Cristo no era nada fácil. Allí Jesús, sabiendo
lo que iba a pasar se tomó su tiempo, les lavó los pies y les enseñó del servicio
y su misión, les habló y les mostró del perdón y la confianza en el plan de
Dios y los amó, los amó hasta el extremo y allí, en esa mesa, se quedó con
ellos.
La mesa de Cristo fue la anticipación de todo lo que se
venía. Jesús, su amigo, se sentó con ellos, les mostró quien era y se entregó
por completo. Allí, Jesús los eligió por quienes eran, con sus fortalezas y sus
fragilidades. Y se quedó con ellos en la Eucaristía.
La mesa de Cristo es la anticipación de todo lo que se
viene. Jesús, nuestro amigo, se sienta con nosotros, nos muestra quien es y se
entrega por completo. Allí, Jesús nos elige por quienes somos, con nuestras fortalezas
y nuestras fragilidades. Y se queda con nosotros en la Eucaristía.
Jesús, el Señor que se hace pequeño. Jesús, que sabía todo
lo que se venía, el dolor que iba a sentir y las humillaciones que iba a
sufrir. Jesús, que nos perdona incluso antes de traicionarlo. Jesús, que nos
invita hoy a su mesa y nos lo comparte todo. Jesús, que nos enseña a vivir
entregándonos su vida.
Hoy Jesús nos invita a su mesa. Una mesa que más que nunca
deja de ser una simple mesa de madera. Mesa que significa entregarnos a él y
servirlo. Mesa que requiere un gran salto y compromiso. En esa mesa él se nos
ofrece todo y solo nos pide una cosa: SIGANME.
En esta Cena del Señor debemos estar dispuestos a dejar atrás
nuestros miedos y nuestros errores. Debemos estar dispuestos a entregarnos a su
plan y estar seguros de su mensaje de Salvación.
Jesús hoy nos pide que lo sigamos. Seguirlo no implica que
no podamos caer ni quiere decir que seamos invencibles. Seguirlo significa
abrazarnos a su amor. Seguirlo es sentarnos a la mesa y dejar atrás nuestros
miedos y nuestros errores por que se los hemos entregado a él. Seguirlo es
sentarnos a su mesa, darlo todo y dejar que él obre en nuestras vidas.
¡Oh, bella chao!
- JazdelCielo -
- JazdelCielo -

❤🤗
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